Decepciones y realidades


Yo no leo cada vez menos. Cuanto menos leo, peor me siento. He llevado siempre el ritmo de lectura acompasado con los tiempos. Y no lo he disimulado. Lo de hacerse mayor tampoco lo condiciona, ni muchísimo menos. No entiendo a algunos amigos que te dejan saber y te manifiestan que ya se han bajado tu último libro publicado pero sin fecha aún para leer. No reconocen que decir a unos y otros que lo han comprado no es lo importante sino leerlo. Se están engañando a sí mismos. No es lo mismo bajarlo de Amazon o de cualquier otra plataforma editora que leerlo.

Libros olvidados

Imagen: mikecogh

Un día, lejos de manifestar la verdad, te sorprenden pero no te mienten, se gastan el dinero y te comunican que ya tienen tu última novedad. Ese día te hace ilusión. Puede que en un principio los creas. En cambio, a partir del tercer mes sin leerte, ya no les encuentras sentido ni gracia por parte alguna. Y, claro, empiezas a ponerles excusas y a preguntarte. A justificarte. Cuanto más escribes, menos te importa el que alguien te lea. Cuanto menos te digan que te van a leer, mejor te va. Lo afirmas. ¿Pero es verdad? Acabas por esperar el día que nunca llegará. ¿Por qué? Porque tus amigos han comprado más libros que los que puedan leer aunque lo deseen —son tantísimos los libros que se publican a diario—. Quizá no pensaron en lo primero, en lo más esencial. Olvidaron comprar tiempo. No fue olvido ni lo parece. Es materialmente imposible darle cauce a la profusión y caudal de libros escritos que inundan los mercados tanto digitales como impresos. También cuentan sus preferencias y compromisos. Las relaciones las define muchas veces un trueque de intereses. Y eso ha de saberse.

A cada libro adquirido, la biblioteca se agranda. Cada libro comprado, ya no es +1, sino +1 y + los que se tienen aún pendientes de lectura. Que aunque parezca que no han perdido fuelle y que siempre lo tendrán, también acumularán otras compras de libros y más libros. El que no los vean en los anaqueles de sus bibliotecas ni en la nube en donde los tengan almacenados, no quiere decir que los archivos donde los guarden no vayan en aumento tanto en número como en necesidad y capacidad de almacenaje. Con esas perspectivas y horizontes, cada paso que den se volverá a repetir. Y no mejorará. La vida se repite. Y es a ellos a quienes les ocurren estas cosas. Y a muchos otros les pasa lo que les pasa a ellos. Todo se repite.

Libros olvidados

Imagen: Rob Ellis’

He vuelto atrás. He rememorado —en lo posible— centenares de títulos de libros leídos y he acudido a los archivos —algunos de ellos inventariados—. Siempre tuve un contenedor en el que fui echando —con pena— los libros que nunca leería. No les busqué recambios porque no me fío de todo lo que diga en garantía ni me creo los halagos que pueden leerse en las solapas o en las sinopsis, respecto de sus autores. Me equivoqué al pensar que me hacía con algunos libros con la intención de leerlos. Tan solo era cuestión de acomodarlos en el tiempo cuando no había tiempo. Pero he de sincerarme que, mientras uno viva, siempre hay tiempo. Yo sigo pensando que queda tiempo todavía como cuando antes se encontraba y se podía con eso y mucho más.

Pero he de echar la culpa a lo que la tiene. Nacen más libros que lectores. Cada escritor es padre y autor de 3 o 4 libros que buscarán lectores no entre los que le leyeron pero ya se han ido, sino entre los que quedan, no entre los que acaban de venir al mundo apasionante de la lectura, ni en los que dicen ser lectores pero jamás lo han sido, ni entre tantos otros que le dirán que los leerán pero que no saben de dónde van a sacar tiempo; hay que salir en busca de más lectores.

Mi memoria es aún un libro abierto que se conserva todavía bien. Aún quedan tatuadas muchas fechas para siempre. Pero la gran mayoría de esas fechas se ha borrado. La capacidad de evocación es limitada y no siempre selecciona bien lo que ha creído ser importante. Al reconocerlo, opto por sincerarme y manifestar sin reparo alguno que, por disponer de un magnífico fichero, me avergüenzo que al descubrir la fecha de entrada de compra de un nuevo libro —y sin leerlo aún— me suena que la vida se repite y a nadie le suena como a uno mismo si ya lo vivió.

Si creéis que estoy decepcionado, no lo estoy. Me ocurre que sigo opinando que “lo real desborda siempre lo puramente matemático”, en expresión de Pemartín. Valoro que os guste comprar libros pero lo justifico más si los leéis. Sin embargo, si a los tres o cuatro meses de comprado un libro no lo habéis leído, dejadme que al no ser tonto entienda y reconozca que tendréis otras razones —aparte de las que he expuesto— para echarlo a ese contenedor de libros que nunca leeréis.

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Acerca de Alejandro Cano

Me gusta el pensamiento conceptual. Filósofo y escritor. Novelista, ensayista, traductor y poeta. Este blog es una plataforma de intercambio de conocimientos, tus comentarios son importantes para ayudarlo a crecer y mejorar.

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