Hay 7 errores que un escritor no debe cometer y también hay 7 soluciones para evitarlos. Si las descubres —y te parecen innegables—, te funcionarán. Puedes confiar en ellas porque solo aportan beneficios y no vicios.
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Estas son nuestras razones y soluciones.
No esperar al momento justo
La verdad es que algo no se consigue queriendo sino haciendo. Me parece que el principal problema al que se enfrenta hoy el escritor, obligado sin duda por la poderosa y asfixiante realidad, es la proliferación de libros que se publican y las urgencias de estar cuanto antes en el mercado. Sobran siempre las prisas.
Encasillarse como escritor best seller
A veces cuesta arrancar. Un buen escritor no nace, se hace. Ser un buen escritor no es fácil. Nadie —que yo sepa— ha dicho que lo fuera, pero tampoco se sabe hasta que se comprueba en las propias carnes lo que supone alumbrar varios libros seguidos con éxito.
Seguir e imitar a los que más venden
Escribe siempre de lo que hayas visto o vivido —no importa que esté filtrado—, pero tendrá el sello de lo real, fácilmente identificable. Si lo escribes es porque lo has reconocido, si lo cuentas es porque has sido testigo y quizá compartido. E incluso porque lo has reinventado.
No romper tus moldes creativos de siempre
Ni tus libros ni tus temáticas deberían ser siempre similares. El acierto de una o dos de tus novelas más vendidas quizá no vuelva a repetirse. Entre otras cosas, porque tus personajes, tipo y retrato, sean irrepetibles. Rompe, pues, con todo —temáticas y escenarios— e irrumpe con contenidos diferentes y atrayentes.
Desechar el candelero
Se ha de dejar amagado el ego y salir de la sobreexposición que supone estar en ciertas redes sociales, la mayor parte de las veces de tertulia —como mal menor— o como reclamo de halagos e identidades. La publicidad por supuesto, pero no arrancar cada día el “buenos días” o las “buenas noches”.
No ser constante
No emplearse a fondo en la construcción y el andamiaje de la historia y no trabajar los textos. Separa el grano de la paja. Que todo el mundo vea que es un buen producto, despojado de todo clisé de una novela serial. Lo que no quiere decir que se pongan limitaciones ni al argumento ni a la indispensable complejidad temática y formal de todo gran escritor, ya se entiende. Los pequeños detalles marcan la diferencia.
Dar gato por liebre
Escribir sobre la vida altamente verídica de ciertos personajes —históricos o actuales— y desmenuzar literariamente su vida y datos biográficos —con pelos y señales—. Esto no es una novela, aunque toda la narración sea novelesca y esté exhaustivamente documentada. Estos escritores dan como novela lo que es solo biografía. A veces no es más que subirse al carro de lo que se cree será un éxito.
¿Cómo salvarse de estos inconvenientes? ¿Es posible?
Si el argumentario expuesto es convincente lo es porque los errores cometidos por ciertos escritores por más que sean mil veces contados no se podrán convalidar como verdad. Las estadísticas así lo confirman y las manifestaciones de muchos interesados lo refrendan.
Lo que bien empieza, bien acaba
Hay dos clases de escritores que definió muy bien Joseph Roux:
“Los que piensan y los que hacen pensar”.
Estos últimos —los que hacen pensar— se limitan a escribir con cuidado, prestando mucha atención a los modos expresivos —diferentes— y al curso de la construcción narrativa que utiliza con frecuencia los trucos sencillos pero eficaces que anidan en toda labor creadora. Y son los autores de éxito en los que se vuelcan los lectores porque, además de engancharnos a la lectura, nos hacen pensar y vivir.