Siempre me ha gustado leer. Pero hay que saber hacerlo y escoger. Eso de que todos escriben bien, vamos a dejarlo para los que han leído poco y a las primeras de cambio ya les va de puta madre, eso dicen.
Yo necesito que me motiven al menos, que presienta y note calidad. Lo que más respeto es el talento. Y eso se ve. Sé los que no me decepcionan. Hay otros escritores de los que paso por alto porque en seguida averiguas que sus textos ni han sido corregidos previamente por profesional alguno —un asesor lingüístico—, ni se aprecia que el autor los haya releídos más de dos veces. Y eso, primero se detecta y después se descubre. Son los libros para procrastinar, que no leo pero los hojeo.
Dios me libre que se me entienda mal. No entro ni salgo en las decisiones de cada uno. Mis opiniones no cuentan. Estoy de acuerdo totalmente que cada uno tiene derecho a leer lo que quiera, como no podía ser de otra manera.
No obstante, les dejo mi reflexión diaria por si les dice algo: Verba volant, scripta manent. Dicho en forma más sencilla: las palabras vuelan, los escritos quedan. Yo seguiré leyendo y escribiendo, aunque me temo que, más bien pronto que tarde, ya no leeré en papel los libros que se vayan publicando —no existirá el papel— y los escritos quedarán en la nube o en vaya dios a saber qué parte.
Muchos saben que para ser un escritor de éxito solo se requiere una historia impactante que coja por sorpresa y una prosa de calidad expresiva. Los autores hoy más que nunca, aun contando con las premisas apuntadas, necesitan convertirse en empresarios. Un tema serio que no se ha de diferir ni menospreciar. Han de pensar en estrategias, en crear una marca o nombre. En comercializarla.
Seguro que los millares de libros impresos solo en España en 2014 sean cinco veces más que una década antes. Los editores centran cada vez sus esfuerzos en unos pocos autores —no títulos— que quieran y crean que serán exitazos. Y, en contrapartida, nadie pone un euro encima de la mesa por autores menos conocidos y, por supuesto, por temas que ni van a caer bien ni se van a vender.
Todo el mundo piensa e incluso los autores —y quizá sea así— que dar con un libro de éxito será un prólogo de más trabajo y de mayores ventas. De ahí que escritores de cierta fama tengan que invertir grandes cantidades de recursos y tiempo en su propia promoción. Hay que decirlo no más alto pero sí bien claro: no confían solo en los equipos de publicistas de las propias editoriales, sino que contratan sus propios creativos. Se llama marketing para escritores.
Aunque podría enumerar 10, 20 o más estrategias para vender libros —en definitiva para venderse uno mismo— y aunque esté haciendo hincapié en la publicidad en general, es verdad que nadie puede predecir el resultado sin antes practicarlo. Se sabe que la mitad del marketing funciona y que la otra mitad no.
Sea la que fuere, yo apuesto por la más segura. Salir en busca de sectores de influencia, al encuentro de celebrities cuyas opiniones puedan determinar el éxito del libro. Serán ellas las que hagan circular que lo han empezado a leer y que se lo han recomendado además fulano y mengano —y soltar nombres y apellidos—. Podría citar ejemplos de escritores conocidos que obtuvieron, mediante estas prácticas, frutos espectaculares. Lo que prima es que alguien importante hable de tu libro porque lo está leyendo, que deje caer algún elogio sobre él y que se hagan eco de esa noticia en The New York Times, por citar un ejemplo.
Más secundario es que el propio autor pueda aludir —en otros medios de divulgación a su alcance— a otros temas, como destacar la innovación, la actualidad y la exhaustiva documentación de una historia verídica, además de estar narrada con el pulso de una crónica periodística. Después comenzará asimismo el peregrinaje de emisora en emisora, de programa en programa, de canal en canal de TV, de entradas y salidas por los blogs más punteros. No pasará un día que no nos sorprenda. El mismo autor vendiéndose desde la mañana hasta las últimas horas de la noche. Y aunque a mucha gente le siente como un tiro, este escritor está haciendo lo que tiene que hacer. De ahí la discusión inútil en discutir sobre si la novela ha muerto o si está boqueando porque lo digan algunos autores que no venden, que no consiguen repetir sus éxitos y que no se hayan dado cuenta todavía que estamos en el mundo del marketing del escritor.