La voluntad de cambiar, de limpiar un texto, se remonta casi al principio de la creación literaria. Si se comparte y se coincide en la afirmación, no implica que se cuestione que el lector ha pasado a ocupar el lugar de crítico literario.
No se puede sostener que el lector medio —como se califican algunos— se atribuya la función del crítico literario por razones obvias —entre otras, por no ser su cometido— y sí se puede admitir y entender que el lector medio sea hoy a la vez lector y crítico, sin la prerrogativa de sustitución alguna, a no ser que tenga la experiencia e historia de ser un crítico literario reconocido, que no es el caso. Por otra parte, he de confesar que, ni por la forma de escribir ni de acercarse a los postulados de la razón y ser de la crítica, me haga pensar en su pasado, en una abundante y reconocida labor crítica que haya ido dejando en revistas y periódicos impresos o digitales de España y América. Ya se dice: «No es una revisión profesional, es un trabajo hecho por un lector ‘medio’» [sic].
Sin embargo, parece que no es ajeno al veneno de la reescritura como coautor —así se demuestra «en las reseñas leídas» y esa parece ser su vocación— y se atreve a elegir pautas, a asenderear caminos por donde tiene que ir el estilo del autor, pero ha de saber que el relato al que usted aluda tiene una autoría y autoridad sobre uno que el lector no tiene sobre él. El primero de los diez mandamientos del crítico —o del corrector— es: «No desearás ser el autor del texto». Todos los estilos son buenos menos el aburrido. ¿Sabe qué es un crítico o un corrector de estilo? Lo dudo. En todo momento se tiene en cuenta el estilo de los escritores, sus giros, su carácter, cómo quieren decirlo. Supeditar el estilo de un autor al gusto del lector o del crítico generará una distopía obtusa exenta de vida. El lector responsable no necesita marcar caminos al autor. Un lector medio no se ha de meter a corrector y crítico literario ni a asumir sus tareas.
Esa obsesión no es buena. Le terminará matando. Si va a exprimirle el cerebro, por lo menos invítelo a cenar, o a un par de copas.
Relea, por favor, su crítica o su post. Después de escribirlos hay que corregirlos, cosa que en general no se hace. Son frecuentes los desbarros e incorrecciones que deberían haberse corregido. Por ejemplo, por no citar más: la coma criminal, aquella que se ubica entre el sujeto y el verbo o entre el verbo y el objeto. Es una pausa que no debemos graficar, pues corta la secuencia natural de una oración.
Hágalo. Lo han hecho otros, como el novelista Juan Goytisolo, Premio Cervantes 2014, fallecido el 4 de junio de 2017, en Marrakech. También fue un inagotable corrector: «He suprimido páginas enteras de Juan sin Tierra y en otras obras no he tocado nada, más allá de alguna errata».
Yo no me soporto en numerosas ocasiones, pero menos en esta.
¿Qué tal se lleva usted consigo mismo?
Verba volant, scripta manent.
Saludos.