De secretos. Entre un antes y un después


Cualquier escritor avezado o no —y en casi todas sus obras— se traza un pequeño desafío, que forma parte de la curiosidad al acto de escribir. Este reto le permite profundizar y conocer algún tema que le interesa.

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Todos los libros —de cualquier género— son autobiográficos porque en la mayoría de ellos has puesto cortes de las películas que has visto, lo que has vivido, lo que recuerdas de lo que te han contado y que te afectó, lo que has oído, lo que has deseado y no logrado, etcétera, todo lo que has guardado hasta manejarlo como material de trabajo.

Con todo ello ya piensas que el libro que quieres escribir —si exiges que sea bueno— y con los materiales disponibles, ha de tener un nudo gordiano justo en el final de esa historia. Tus lectores estarán convencidos de que es así, de que algo interesante se está ya viendo en el horizonte. Lo vas a hacer mediante diálogos y monólogos, anotaciones y ganchos informativos de la trama que, con algo de suerte, abocarán a tus lectores deseosos por conocer y saber de qué se trata.

La manera más sencilla y resolutiva es descubrir los secretos del pasado de ciertos personajes, o la información oculta de archivos secretos que el antagonista sabe pero no el protagonista, o viceversa.

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Imagen: stevendepolo

No es necesario —ni tampoco recomendable— que se vea como una manipulación de la trama. Basta con crear un ambiente de insinuación de misterio para abocetar un clímax previsible.

El punto principal de arranque y el aspecto que se ha de cuidar más es el tiempo. Si bien hemos aconsejado dilucidar el carácter de misterio tan pronto como sea viable, lo sensato es esperar para su aclaración hasta lo más tarde posible. Si aparece una cuantiosa información de golpe y porrazo y se revela en parte, en el capítulo siguiente, terminará en un anti-clímax.

Un gran secreto que no esté inmerso en toda la historia, como una niebla que lo envuelve, se va a terminar pensando que ha salido de la nada. Sin embargo, nunca hemos de aplazar el descubrimiento del secreto demasiado lejos.

Los lectores se percatarían que se les está tomando el pelo cuando quieran saber realmente qué pasa y no terminen por sospechar por dónde van los tiros, en expresión popular. Será el momento decisivo. No se les ha de molestar con la demora de no saber nada durante demasiado tiempo porque les generaría un estado de impaciencia. Se sentirían molestos y frustrados porque se estaría jugando con ellos y la consecuencia posible podría ser quizá su renuncia a seguir leyendo.

¿Cómo evitarlo? Desde luego no anticipar el descubrimiento del secreto y sí apagar la sed de los lectores por conocerlo y favorecer con pequeños sorbos de detalles puntuales. Cada vez que aparezca lo del secreto, hemos de asegurarnos que estamos ofreciendo a los lectores un nuevo sorbo de información, una nueva posible pista. El objetivo es el de mantener la sed por la verdad en vez de recordar que hay agua para rato si usted no va a revelar el secreto hasta el final, como pasa en mi novela De un archivo secreto (Amazon, 2013).

Mi consejo —que llevé a la práctica— no fue otro que tener en cuenta que el secreto debe ser una evolución de la trama, como cualquier otro elemento de la historia.

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Acerca de Alejandro Cano

Me gusta el pensamiento conceptual. Filósofo y escritor. Novelista, ensayista, traductor y poeta. Este blog es una plataforma de intercambio de conocimientos, tus comentarios son importantes para ayudarlo a crecer y mejorar.

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