Desde que te levantas, ¿crees ser fulanito de tal, escritor? Eso es una actitud ante la vida. Es estar descubriendo un oficio, estar creyéndose que verdaderamente es lo que le gusta. Así lo sienten algunos escritores, con toda honradez, y así lo viven.
Un oficio en el que se asume que sin lectura, mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible. Algunos hasta confiesan que son escritores aunque no hayan publicado nada, pero que sí han leído mucho. La literatura se nutre de literatura. Y no les falta razón. Sánchez Dragó añadió una ventaja: “mandas en ti, en tu horario y en tu calendario”.
Pienso que ese es el talante del escritor verdadero. Aquel que, sin miedo a su futuro, decide poner su vida en sus textos y quizá viceversa. Ser tú, siendo cualquiera. Y asimismo estar con su gente, con su rollo. A veces se percata de que muchas de las cosas que escribe —inclusive sobre su vida o la existencia de sus más íntimos— no acaban de cuadrar. Es el momento que contar según qué cosas puede entenderse que se está tomando el pelo a otros. Pero no es así. Sabe que el mundo cambia a su alrededor pero mantiene que la felicidad de un escritor está en seguir escribiendo. Escribir es reescribir. Un escritor vive siempre lo que cuenta. Está a lo suyo. Muchas veces imagina como ficción la realidad, su tiempo y su pasado. Reelabora la vida una y otra vez. Termina por ser consciente que ha ido añadiendo trozos de vida. Prescinde de aquello que no le hace sentir, que no le sirve. El sentimiento, en sí, siempre importa. Huye de ese dejar pasar el tiempo para no ser engullido por el “dolce far niente”. Atempera los nervios, piensa y planifica pero pone fecha y horas a sus relojes, pasa a la acción, al trabajo diario de escribir para no quedarse solo, sin percepción receptiva, ante esas cosas que pasan a diario cerca de uno.
Fue Sánchez Dragó quien opinó que “solo es escritor quien escribe siempre a solas”. Y Paul Auster quien manifestó asimismo que “la literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad”. Pero esto nunca quiere decir que el soliloquio te acompañe, que tus palabras reflejen aislamiento alguno, sino el testimonio de haberlas escrito en soledad alguna vez.
Más difícil es aseverar que el escritor termina siempre por ir más allá de la ficción y auto ficción. No se puede afirmar que conscientemente uno mismo pueda creer que su obra sea una confesión de sus memorias, tan autobiográfica como el lector quiere que sea. Sin embargo, otros piensan lo contrario, como el ya citado Sánchez Dragó quien dejó escrito que “no hay que ser muy espabilado para llegar a la obvia conclusión de que todo en la vida de un escritor es material autobiográfico en cueros o reconvertido en traje de lagarterana para no infundir sospechas”. Juan Cruz llegó a la misma conclusión —y muchos otros la comparten— que “hay libros en los que está la vida de quienes los han escrito detrás de la vida de los que parecen contar”.
Lo que sí se da es que siempre se filtran concepciones diferentes de vida, vivencias compartidas y secuelas de lecturas previas e impactantes que dejarán huellas en los textos. Separarlo cuesta mucho y difícilmente se consigue. El escritor quiere que el lector se identifique más que con alguno de sus personajes con el valor específicamente humano que consiste en asumir las contradicciones vitales que le desgarran, las historias de amor que a veces sobran, a veces faltan y en ocasiones se cuelan de rondón, sin dimitir de lo que nos es esencial en su riqueza y variedad, en su contraste, en lo que es o lo que pudo haber sido.
No les preguntaré si piensan o no así. ¡Qué más da! Pero no se les ocurra soltarme que no se lo han cuestionado ni leído pero que les interesa mucho. Quizá lo afirmen porque algo así quisieran que les hubiera ocurrido. Es una incongruencia que nace de la soledad. Son deseos o excusas que procesa el escritor y que, en algunos momentos, hace uso de sus palabras, frases, ideas o estados de ánimo como mera justificación. Ecos, en definitiva, vaivenes de la conciencia en aguas del subconsciente.
Uno está en la búsqueda de una independencia crítica, de cierta coherencia sin apriorismos, y cuando pilotas un blog desde el que se supone escribes, te das cuenta de que es inútil tratar de convencer a otros qué es malo, bueno y mejor a la hora de exponer y valorar qué siente cada uno de si se cree escritor o no y cómo lo percibe. Pero a fuer de sinceros hemos de convenir que experiencias y vivencias —de todo tipo— las tenemos todos.
No sé si las 24 horas del día, pero gran parte del día sí. Pero no porque estés escribiendo a toda hora. Es porque, al menos en mi caso, mi tiempo está dividido entre la promoción de mis libros, la investigación para la novela que escribo por las noches y la lectura. Pero pueda que tengas razón. Las pocas veces que veo la tele son documentales interesantes que me inspiran para nuevas historias.
El tiempo cada uno lo fragmenta en función de sus necesidades. Blanca, tú lo haces muy bien. Sospecho que sacarás también tiempo para alguna cosa más que escribir, promocionar tus libros, leer, rastrear y seleccionar la información necesaria que dará más valor y credibilidad a la novela que escribes.
Por cierto, ¿cómo va? ¿Tienes el título definitivo? A veces es solo un preámbulo, un anticipo, pero siempre es indicativo de una trama o de una historia por la que el lector comience a interesarse.
No conocia tu blog Estimado Alejandro, solo decir se debe hacer de tu hobby tu negocio, con lo caul las 24 Hs tal vez no, pero amar este «metier» las 24 ¡si! Es como ponerse a hacer la calle, pasas frío, inseguridad, calores subitos y en el camino hasta compartes con un señor que conoci cerca de la estación de Sants. un abrazo j ré
Tener un blog de poco sirve si no consigues muchos lectores porque lo que escribes no les revierte ni compensa y, sobre todo, porque no ofrezcas GRATIS algo que de inmediato se convierta en beneficios. Nadie es escritor las 24 horas del día, pero sí piensa y vive como escritor —lo quiera o no— y también aprovecha para salir y “ponerse a hacer la calle” [sic] —te cito—, no en plan de venta ni de buscar minas de oro —que no las hay—, pero sí para respirar la vida y seguirla.
Un abrazo desde mi blog, en espera de volvernos a ver cerca del mar y lejos de la estación de trenes de Sants, en Barcelona.
Las estaciones de trenes tienen su encanto y sus dramas inspiración. Siempre me gusto seguirles el pulso. La de Roma Termini en su momento era refugio de chaperos y gente amante del sexo o la de Bulgaria -bajo el comunismo- con dos lamparillas y comercio de contrabando. Que por decir… ¿Te atreves a que escribamos alguna cosilla sobre estaciones de trenes? gallos muchos gallos se esconden alli y hasta— ¿gallas— un abrazo j re
Me has abierto el apetito, Juan. Por supuesto que me atrevo a “que escribamos —alguna cosilla o cuanto te venga en gana— sobre las estaciones de trenes”, donde todo es posible, desde gallos y gallas hasta lo que quieras. Las estaciones de trenes tienen aún “su encanto, sus dramas, su inspiración” [sic], aunque lo tenían más antes porque las espectaculares terminales aéreas de hoy les están quitando el protagonismo. Te invito a que escribas en mi blog o en el tuyo —como gustes— lo que quieras de las estaciones que recuerdes o hagas referencias a textos de terceros o propios que tengas escritos sobre el tema. Un abrazo. Alex