Escribiendo


Sueños
Me acaban de llamar desde Nueva York. Son las trece horas en mi reloj. Tengo un segundo mensaje urgente. Mi amiga ya no está en casa y va camino como cada día a la Grand Central Station, al centro de Manhattan, entre la calle 42 y Park Avenue. Nunca hablamos a estas horas tan tempranas para ella —y me sorprende—, pero ha optado por dejarme un recado en forma de epístola que, con su permiso, transcribo.

Los sueños, sueños son




Qué más da
Hoy me he puesto frente al monitor del ordenador, frente a una pantalla en blanco, y he dejado mis repulsas y mis simpatías guardadas en un cajón para que lo subjetivo no sea lo primero que traslade a los lectores.

¡Qué más da!